Por: Javier Barriopedro.
Primero que nada he de decir que por muy “de culto” que se considere esta colección de películas, luego de la fase de la “novedad” —pasada hace ya diez años, más o menos—, poco o nada me interesó seguirle la huella al “fenómeno” que desencadenara Maeda Toshio con su “adult horror”, o “sexy-horror” como lo llamaron algunos. Muchas películas después, luego de la primera obra de este tipo particular de “horror” —aunque es necesario decir que está muy influenciada por diversos elementos de Devil Man y Shuten Dojii, ambas historias de Go Nagai—, no hay nada nuevo o diferente a lo que se puede ver en la serie OVA original, la película editadísima y los OVAs restantes que cerraron con éxito la historia de Urotsokidōji.
Segundo: El horror NUNCA será sexy. Puede ser erótico, perverso y hasta pornográfico, pero nunca será “sexy”... Puesto que ambas condiciones son anatema.
Ahora, si no me detengo a decir que Urotsokidōji no me sorprendió del todo y no me gusta o interesa en lo particular, tampoco tengo porqué ir por ahí diciendo que ha hecho más mal que bien a la reputación de la animación japonesa, como lo hacen muchos “puristas” del Anime. A estos individuos sólo tengo que decirles lo siguiente: MADUREN.
Existe un gran cantidad de series y películas aburridas, absurdas, malas o mediocres que poco hacen por fortalecer a la animación —japonesa, francesa o la que gusten—, muchas vienen de Japón y nadie está quejándose ni culpándolas por “crearle una mala reputación a los dibujos animados”. Si la hiperviolencia, las escenas sexuales explícitas —dependiendo de la versión—, el lenguaje soez aunque eufemístico y los temas pre y postapocalípticos no son lo suyo, pues eso... No los son y cada quien a lo que prefiera. Pero déjense de andar de magdalenas y portándose como snobs. Repito: Cada quien lo suyo y ya.
A mí, Urotsokidōji no me gusta porque me parece que de tener un inicio más o menos coherente y novedoso, la serie se llena de capítulos excesivos en los que se diluye demasiado el concepto original de la historia y la atención de los realizadores se centra más en las escenas de violencia, desnudos y violaciones que en contar la buena historia que tenían en un principio.
Pero en fin, esa es mi opinión y ya es tiempo de entrar en materia...
Según reza una leyenda creada a propos, cada 3,000 años los reinos de los Makai, los Ninjinkai y los Jujinkai (Demonios, Humanos y la Gente-Bestia) entran en conjunción y es durante este periodo que renace una entidad monstruosa que puede cambiar la faz de los reinos y el mundo entero o destruirlos para siempre.
Amanojyaku (El Chico Errabundo —el otro nombre por el que se conoce a la primera serie de televisión), es un hombre-bestia que, junto con su hermana Megumi, busca el lugar donde encarnará el ser que es conocido como “el Chojin” —cuyo nombre significa “dios de dioses”, pero podemos decir que en al serie equivale a “Ultrademonio”—, pues Amanojyaku creo que una vez que encarne el Chojin, los tres reinos se unirán en un mundo perfecto. Megumi no está del todo convencida, pero apoya a su hermano y junto con Kokoro, un duende servidor, van al mundo de los Humanos para encontrar al Ultrademonio. En Osaka, se topan con una pareja de adolescentes de 19 años y que estudian en la Universidad Myojin. Él, Tatsuo Nagumo y ella, Ito Akemi, son un par de tórtolos con demasiadas hormonas y, al parecer, no el suficiente tiempo para dejar de enfrascarse en cachondeos u acostones. Hay amor, sí, pero también existe un grado de pasión extremo que raya en lo patológico y es un reflejo de la necesidad que dos adolescentes tienen de hallar la aprobación y muestras de cariño que tanto han necesitado alo largo de sus vidas. Lo raro es que son dos personas muy distintas entre sí, pero sus vidas están marcadas por una tristeza que nadie mas nota. Akemi es una chica popular y Nagumoko —como lo llama Akemi— sólo es un nerdito más... O al menos eso creen todos en la escuela. Sólo hace falta una lamidita por parte de Ozaki, un jugador de basketball estrella, y un ataque demoniaco que pone en peligro la vida de Akemi para que nos demos cuenta —al igual que Megumi— que las cosas no son lo que parecen.
A partir de aquí, las cosas se van complicando y nos topamos con escenas muy explícitas de sexo —aunque en algunas versiones los genitales y las penetraciones se ven “rodeados de bruma” que impide ver con detalle los acercamientos— y, quizá las partes que se le escapan a muchísima gente, situaciones que tocan los temas del abuso físico, mental y sexual de menores de edad. Por poner un ejemplo, pocos recuerdan que los padrastros de Nagumo —sí, hagan memoria y verán que el muchachillo es huérfano— eran un par de alcohólicos que gustaban de golpear al escuintle para cerrar con broche de oro sus constantes francachelas, o que la personalidad de Akemi y Takeaki muestran rasgos muy comunes a los niños que han sido violados y estigmatizados desde temprana edad. Por supuesto, esto da sólo un poco de profundidad a los personajes y cierta justificación para que los realizadores conciban algunas de las escenas más fuertes y “escandalosas” de esta serie.
Si bien existe un elemento trágico y la historia es de pretensiones “épicas”, el uso —o mejor dicho “abuso”— de las escenas de sexo, que incluso se reciclan y aportan poco a la trama, distraen la atención del espectador y no permiten que la historia cobre toda la fuerza que tiene en esencia.
Por esta razón es que no me gusta.
Sí, existen muchos clichés. Sí, poco de lo que se muestra ahí me escandaliza o me provoca. Sí, la animación no es de lo mejor que se haya visto y va en picada conforme avanza la serie hacia su final. Pero yo le tenía un poco más de fe a los cinco videocasetes que me facilitaron hace ya muchos años. La razón que tenía para esto, radicaba en la naturaleza de la historia. Admito que siempre sentí debilidad por las historias de corte épico, esperando que por lo amplio de su espectro me toparía con subtramas complejas y multiplicidad de personajes interesantes y provocativos. Así que he de admitir que en estos departamentos, Urotsukidōji no decepciona.
La trama es muy compleja y a ratos, incluso puede resultar incoherente, pero esto se debe a que la primera parte de la historia termina de un modo un poco diatópico y tremendista, con el Chojin destruyendo la ciudad, Akemi encerrada en el palacio de Osaka, con el producto de su unión con Nagumo/Chojin en el vientre y el mundo infestado por demonios que matan y violan a los sobrevivientes humanos. La Gente-Bestia es diezmada hasta un punto cercano a la extinción y Amanojyaku se da cuenta que su idea sobre la promesa de un nuevo mundo, estaba equivocada.
Hasta aquí, todo bien.
Sin embargo, por una extraña razón, la segunda parte inicia con el terremoto de 1923 y luego parecería que estamos en un flashback a los días de escuela de Nagumo y Akemi, poco antes de que se destara la pesadilla de la que fuimos testigos en la primera parte de la serie. Y las cosas parecen volver a empezar, con algunos cambio sorprendentes y una carrera contra el tiempo que no habíamos visto antes. Además, aparece Suikakujyu que aporta un elemento más a la trama y un nuevo horror para los espectadores... Llamémosle, en mi caso, una especie de “simpatía por el diablo”.
Pero este aparente desbarajuste es cosa de la edición que sufrió la serie a manos de quienes introdujeron la película al continente americano —Penthouse Video— y donde de los 9 episodios de una hora que conformaron la primera serie a tres episodios de 30 minutos, llenos de mucho carnita expuesta y escenas lúbricas... Al parecer la idea original era hacer 7 episodios de media hora, proyectados por Takayama Hideki, pero ya tiene tanto tiempo de haber salido —la primera parte vio la luz en 1989— y el primer review en nuestro continente apareció en al revista Cinefantastique en Junio de 1991, que ya no recuerdo si la película salió de acuerdo a lo planeado, si aumentó el número de capítulos o su duración o qué carambas.
Lo que sí sé es que ya hace un rato que al historia fue concluida y consta de “partes”. La primera es “Legend of the Overfiend”, la segunda “Legend of the Demon Womb”, la tercera “The Return of the Overfind” y por último “The Final Chapter” —de las últimas dos partes, no he visto más que extractos.
La buena noticia es que todas se pueden conseguir en formato DVD, ya sea por separado o en un solo paquete, en diversas fuentes de internet y algunos locales especializados, aunque existe el rumor que el paquete se encuentra muy editado. No he tenido tiempo para confirmar esto y así poderles decir si vale o no la pena comprarlo para que vean la historia entera u otra serie de ediciones que dejan muchas violaciones y relaciones sexuales y poco desarrollo de historia.
Para terminar, la justa aclaración obligada: Urotsukidōji no es Hentai. No señores, no confundan. Hay mucho sexualidad gratuita y escenas explícitas, sí. Pero está es una historia de Horror. Poco de lo que aparece aquí, resulta erótico... Recordemos que el Hentai es erótico por naturaleza. Como ejemplo de esto tenemos Rei Rei o Ogenki Clinic. Ahora comparemos Urotsukidōji con una película de corte similar y que no es considerada como Hentai: Wicked City. Creo que así es más fácil clasificar la leyenda de la animación para adultos en la que se ha convertido esta serie.
El resultado final es una pieza que se puede ver, se puede analizar y, si no se pide demasiado, se puede disfrutar. Urotsukidōji es, ni más ni menos, que la película que dio pie a todo un género que ya es por demás conocido y que cruzó los límites de lo establecido hace ya casi 13 años. Quizá sólo por esto valdría la pena que la vieran por primera vez o, si ya lo hicieron, lo hagan de nuevo para seguir desentrañando las sutilezas que la historia le presenta a sus espectadores. Yo sé que lo voy a hacer, aunque sólo sea para ver la historia completa en un par de días y saber cómo terminaron las andanzas de Amanojyaku, el Errabundo.